El fallecimiento del papa Francisco a los 88 años conmocionó al mundo. Su muerte fue causada por un ictus cerebral seguido de una insuficiencia cardíaca irreversible. Desde entonces, miles de fieles acuden al Vaticano para rendirle homenaje.
Durante varios días, su cuerpo permanece expuesto primero en la capilla de Santa Marta y luego en la Basílica de San Pedro. El funeral será este sábado, y el pontífice descansará en una tumba sencilla, bajo la Basílica de Santa María la Mayor, en Esquilino.
Un protocolo para desafiar el tiempo
En Roma, la humedad y las altas temperaturas representan un desafío para conservar cuerpos. Por eso, se aplicó un embalsamamiento meticuloso, diseñado para mantener la integridad física del papa durante los días del velorio abierto.
Tras sellar sus aposentos privados y retirar el anillo del Pescador, se inició la preparación: lavado completo, afeitado facial, masaje muscular para aliviar el rigor mortis y drenaje de sangre.
Una mezcla química que preserva
El protocolo seguido implica inyectar una solución compuesta por alcohol, colorantes, agua y formaldehído. Esta sustancia actúa como un fijador celular que elimina bacterias y evita la descomposición natural del cuerpo.
“Es un procedimiento que responde como si fuese una transfusión. La sangre coagulada se desplaza y se reemplaza por el líquido conservante”, indicó una fuente del Vaticano.
Un ritual que también honra la santidad
La práctica no solo tiene fines estéticos o sanitarios. En casos donde los papas son exhumados para procesos de canonización, es necesario que el cuerpo esté debidamente preservado.
Francisco fue un líder espiritual querido incluso por otras religiones. Su despedida debía estar a la altura del respeto universal que cosechó durante su pontificado.
Aprender de errores pasados
En 1958, el embalsamamiento del papa Pío XII fue un desastre. El procedimiento, ejecutado con una técnica experimental llamada “ósmosis aromática”, terminó con la explosión del cuerpo ante los fieles. Fue uno de los episodios más vergonzosos de la historia vaticana.
Los restos de Pío XII debieron ser embalsamados nuevamente y se le colocó una máscara de cera para evitar el horror de su desfiguración. Desde entonces, el Vaticano no volvió a improvisar con técnicas poco ortodoxas.
Una despedida con respeto y solemnidad
La Iglesia ha aprendido de sus errores y hoy aplica métodos profesionales y seguros para preservar la imagen de sus pontífices. El cuerpo del papa Francisco permanece visible, sereno, intacto. Miles lloran su partida, mientras otros oran frente al féretro como último acto de gratitud.